martes, 28 de agosto de 2018


EL DELIRANTE MUNDO DE LOS FEEBLES

 

Cuentan los ancianos que hubo una vez un tiempo en el que ser friki era algo que requería mucho esfuerzo, no como ahora, que uno va al centro comercial que se le ocurra y encuentra toda la parafernalia que a algunos nos costó una vida conseguir. Pues voy a hablar de esos tiempos. Actualmente está en los cines una comedieta llamada “¿Quién está matando a los moñecos? y es el momento de recuperar (o descubrir) El delirante mundo de los Feebles.

Situémonos temporalmente: los niños solo teníamos un canal de televisión, en ese canal las creaciones de Jim Henson (teleñecos, barrio sésamo) hicieron de nosotros los onanistas compulsivos que somos ahora (sin diferencia de género); llegó la adolescencia y sus creaciones (Cristal Oscuro, Dentro del Laberinto) nos hicieron evolucionar hacia un onanismo existencial. Nos convertimos en jóvenes y el vacío. Digan lo que digan, Top Gun o Dirty Dancing son puro bromuro. Necesitábamos desesperadamente algo que nos hiciera evolucionar hasta el onanismo trascendente. Pues bien, esta peli fue una de ellas. No era sencillo, Internet no existía (hablo del siglo XX), había que recorrer muchos establecimientos en los que alquilaban unas cajas de zapatos con imágenes dentro (nosotros les llamábamos videoclubs) para poder acceder a locuras como esta. Detrás de esta aberración estaba un nombre que a los frikis nos sonaba un poco por Bad Taste, una delicia gore, llamado Peter Jackson. Y, ¿por qué la llamo aberración?: porque este desalmado tenía como objetivo acabar con nuestros mitos anteriores, matar a nuestros referentes

El delirante mundo de los Feebles es una comedia negra (negrísima), en la que el autor disecciona sin piedad el mundo del show-business. Lo original y doloroso es que para ello utiliza a los teleñecos, nuestros referentes infantiles son ahora camellos, drogadictos, gánsteres, ninfómanas Ojo, no son los teleñecos de verdad, aquí son unos muñecos que a veces ni sabemos a qué animal representan, pero se entiende perfectamente la identificación entre los diferentes roles (menos el jodido puercoespín o la lamentable lombriz). El resultado es una orgía de violencia, sexo, depravación y humor negro que difícilmente hubiera superado ningún control censural. Es evidente que todo esto ya está superado por cualquier programa de Sálvame, pero en aquellos tiempos era lo máximo. No ha envejecido bien, es verdad, pero aún podemos pasar un rato divertido (la maravillosa referencia a El Cazador o a mi bien amado Kurt). Podemos entender porque metió las mierdas esas musicales en el Hobbit. También la podemos utilizar en numerosas conversaciones y hacernos pasar por gafapastas con el objetivo de conseguir cacho. Es decir, verla no nos va a hacer ningún mal y las ventajas son numerosas.

Pero si ya os he dicho que hay sexo, violencia, humor, muñecos ¿Qué más queréis? Buscadla en vuestro sitio favorito y disfrutad un rato con una de las obras que hicieron del frikismo (el auténtico, no el de Mercadona) lo que hoy es.

Valoración: 7 sobre 10.

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