EL DELIRANTE MUNDO DE
LOS FEEBLES
Cuentan los ancianos que hubo una vez un tiempo en el que
ser friki era algo que requería mucho
esfuerzo, no como ahora, que uno va al centro comercial que se le ocurra y
encuentra toda la parafernalia que a algunos nos costó una vida conseguir. Pues voy a hablar de esos tiempos.
Actualmente está en los cines una comedieta
llamada “¿Quién está
matando a los moñecos?” y es el momento de recuperar (o descubrir) El delirante
mundo de los Feebles.
Situémonos
temporalmente: los niños solo
teníamos un canal de televisión, en ese canal las creaciones de Jim
Henson (teleñecos, barrio sésamo…)
hicieron de nosotros los onanistas compulsivos que somos ahora (sin diferencia
de género); llegó la adolescencia y sus creaciones
(Cristal Oscuro, Dentro del Laberinto) nos hicieron evolucionar hacia un
onanismo existencial. Nos convertimos en jóvenes y
… el vacío.
Digan lo que digan, Top Gun o Dirty Dancing son puro bromuro. Necesitábamos desesperadamente algo que nos
hiciera evolucionar hasta el onanismo trascendente. Pues bien, esta peli fue
una de ellas. No era sencillo, Internet no existía
(hablo del siglo XX), había que
recorrer muchos establecimientos en los que alquilaban unas cajas de zapatos
con imágenes dentro (nosotros les llamábamos videoclubs) para poder acceder
a locuras como esta. Detrás de
esta aberración estaba un nombre que a los
frikis nos sonaba un poco por Bad Taste, una delicia gore, llamado Peter
Jackson. Y, ¿por qué la llamo aberración?:
porque este desalmado tenía como
objetivo acabar con nuestros mitos anteriores, matar a nuestros referentes…
El delirante mundo de los Feebles es una comedia negra (negrísima), en la que el autor disecciona
sin piedad el mundo del show-business. Lo original y doloroso es que para ello utiliza
a los teleñecos, nuestros referentes
infantiles son ahora camellos, drogadictos, gánsteres,
ninfómanas… Ojo, no son los teleñecos de
verdad, aquí son unos muñecos que a veces ni sabemos a qué animal representan, pero se entiende
perfectamente la identificación entre
los diferentes roles (menos el jodido puercoespín o la
lamentable lombriz). El resultado es una orgía de
violencia, sexo, depravación y
humor negro que difícilmente hubiera superado ningún control censural. Es evidente que
todo esto ya está superado por cualquier
programa de Sálvame, pero en aquellos
tiempos era lo máximo. No ha envejecido bien,
es verdad, pero aún podemos pasar un rato
divertido (la maravillosa referencia a “El
Cazador” o a mi bien amado Kurt).
Podemos entender porque metió las
mierdas esas musicales en el Hobbit. También la
podemos utilizar en numerosas conversaciones y hacernos pasar por gafapastas
con el objetivo de conseguir cacho. Es decir, verla no nos va a hacer ningún mal y las ventajas son numerosas.
Pero si ya os he dicho que hay sexo, violencia, humor, muñecos… ¿Qué más queréis? Buscadla en vuestro sitio
favorito y disfrutad un rato con una de las obras que hicieron del frikismo (el
auténtico, no el de Mercadona) lo que hoy
es.
Valoración: 7
sobre 10.